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Fomentar la confianza en los tiempos de la COVID-19

Diana El Kaissy, directora ejecutiva de la Iniciativa sobre el Petróleo y el Gas de El Líbano (Lebanese Oil and Gas Initiative, LOGI), miembro del Consejo Internacional del EITI y presidenta del Comité de Sensibilización y Candidatura, explica el valor que tienen las plataformas como el EITI durante la pandemia.

El COVID-19 ha obligado a los Gobiernos, los organismos no gubernamentales y las empresas a presionar el "botón de la adaptabilidad" y a pensar de forma creativa. Sobrevivir durante la crisis del COVID-19 es un acto delicado. Al igual que con el cuerpo humano, la pandemia tira de cada pieza que mantiene unidas a las sociedades y las economías, y las ataca en sus puntos más débiles.

Después de tan solo un año, el COVID-19 ha sido capaz de cambiar, quizás de manera irreversible, la situación económica y social del mundo. Ha llevado a las naciones al límite de su zona de comodidad, pues ha desafiado sus sistemas de salud, social y económico.

Pero es justamente allí, en el límite de nuestra zona de comodidad, donde nos preparamos para el cambio. El efecto dominó generado por la pandemia en la economía mundial ha forzado a los países y las distintas partes interesadas a adoptar una nueva manera de pensar.

Esto se ha sentido profundamente en el sector energético, que fue uno de los sectores más importantes en sufrir un golpe directo del COVID-19. Cuando gran parte del mundo entró en la etapa de confinamiento para frenar la propagación del virus, el transporte, que es responsable del 57 % de la demanda mundial de petróleo a nivel local, regional e internacional, disminuyó de manera considerable. Sin duda, esto redujo la dependencia de los combustibles fósiles y el carbón, lo que supuso el lado positivo de la pandemia. Para quienes luchan contra el cambio climático, se convirtió en el momento perfecto para exponer sus argumentos.

Sin embargo, debería tenerse cuidado cuando se celebra el cambio de comportamiento en el sector de los recursos naturales. Cabe destacar que constituye la columna vertebral de muchas economías y emplea a nada menos que 60 millones de personas. A lo largo del tiempo, la dependencia de los ingresos provenientes de los recursos naturales se ha vuelto parte de nuestra estructura social. La transición energética, como su nombre bien lo indica, significa volver a trazar la hoja de ruta para las economías y pasar del uso de combustibles fósiles a una forma más limpia de energía que no deja una huella de carbono.

Durante esta etapa de inestabilidad mundial, es imprescindible adoptar un enfoque inclusivo y participativo a nivel nacional. Solo así se tendrán en cuenta las inquietudes y las prioridades de las distintas partes interesadas y, en consecuencia, se logrará una transición energética justa. Es fundamental asegurar que la continuidad de los puestos de trabajo en el sector energético no se vea amenazada por la decisión de cambiar la matriz energética a nivel nacional.

Ahora bien, ¿qué nivel de inclusión y participación puede haber en los países en estos tiempos de conflicto y cambio? Además, ¿qué se necesita para mantener la confianza y el diálogo abierto?

Los acontecimientos actuales están causando que se impongan más restricciones en el espacio cívico, así como dando origen a protestas violentas.

De acuerdo con la herramienta Global Protest Tracker de Carnegie, se han llevado a cabo más de 50 protestas en todo el mundo desde marzo de 2020. El Global Protest Tracker revela que la mayoría de estas protestas están ocurriendo en regiones ricas en recursos naturales, como África y el Medio Oriente. El 78 % de estas protestas fueron contra países autoritarios o con tendencia a ejercer el poder de este modo. Los países como Argelia, Costa de Marfil, la República Democrática del Congo, Gabón, Irán, Irak, Malí, Marruecos, Níger, Túnez y Uganda han sido testigos de protestas sangrientas en las que se muestra una notable ausencia de confianza y acuerdo entre los distintos actores locales.

Las iniciativas impulsoras de la confianza, como el EITI, ofrecen una clara solución al creciente caos resultante de la pandemia. El enfoque multipartícipe es vital para debatir cómo se debe gestionar un sector que ha sido sumamente afectado por la crisis económica causada por el COVID-19.

La confianza —el elemento que une a la sociedad y el catalizador de la evolución sostenible— se construye a través de una mayor credibilidad, fiabilidad y comprensión hacia los demás. Cada vez son más los países que se dan cuenta del valor del EITI durante estos tiempos difíciles. Observamos que los países donde ha reinado el conflicto y la desconfianza, como Angola, Guinea Ecuatorial, Gabón, Líbano y Uganda, están avanzado hacia la implementación del Estándar EITI. Estos países son conscientes de que el EITI puede crear ese espacio tan necesario para que las distintas partes interesadas debatan temas de vital importancia como la gestión de los recursos naturales, la transición energética y el empleo, alimenten la confianza y mejoren la comunicación en la ciudadanía.

El mundo de hoy necesita aferrarse a plataformas como el EITI que permiten la acción colectiva y el pensamiento estratégico.